Sentirte acompañada siempre, como si una mano cálida y suave estuviese sosteniendo la tuya en todo momento, como para recordarte que no estás sola. Echar un vistazo dentro de ti y no sentir ese odioso agujero que siempre ha estado molestando y del cual pensarías que jamás te librarías. Darte cuenta de que el pasado y de que sus heridas son sólo eso, pasado, algo que ya no existe y que si aún queda algo en ti ahora el peso es menor, es compartido. Irte a la cama todas las noches sintiéndote arropada aunque duermas sola. Tener seguridad al hablar de planes futuros, sin la menor duda de que vas a luchar por realizarlos, sin que te tiemble la voz al organizar un viaje con bastante tiempo de antelación. No tener temor ninguno a mostrarte como eres, tus niñerías, tus miedos, tus preocupaciones más raras, ser tú y confiar en que la otra persona te quiere con todo, poder ser un libro abierto sin nada que esconder. Ver cómo en ese camino en obras por el cual andas, que es tu vida, el color brilla radiante, más que nunca y con mucha fuerza. Simplemente sentirte completa.
Creo (estoy mintiendo no lo creo, lo estoy) que me siento orgullosa de decir que mi pareja es algo más que un novio es un compañero, algo que muy pocas personas son. Mil gracias por todos estos días de aventura, porque la vida acompañada, por ti, es mucho mejor vivirla.
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